miércoles, mayo 20, 2015

Si yo fuera un dinosaurio, miraría fijo el volcán que me extingue, (theorethically...)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No te llamo mío, porque entiendo que tú nunca lo has sido, y, si un día me ilusioné con este pensamiento, ahora he sido cruelmente castigada.
A pesar de todo te llamo mío:

Mi seductor, mi embaucador, mi enemigo, mi asesino, origen de mi desventura, abismo de mi desdicha. Te llamo mío y me digo tuya… Donde quiera que vayas, seguiré siendo tuya. Vete a los confines del mundo, seguiré siendo tuya. Aunque ames a mil mujeres, seguiré siendo tuya. Las mismas palabras que utilizo contra ti te demuestran que soy tuya. Tú te has atrevido a engañar a una criatura hasta el extremo de que eras todo para ella, hasta el extremo de que no habría deseado otra alegría distinta a ser tu esclava. Yo soy tuya, tuya, tuya: tu maldición.

Fragmento de Diario de un seductor, Kierkegaard.

Pedro lira dijo...

Notable fragmento / quien fuera tan iluminado, sorprende Kierkegaard, perp max que por su texto, por su pena tan infinita ...
LE paso, LE odia y sigue siendo suya (como alguien puede ser de alguien ?)....


Todo fluye amigo (a), nadie debe nada ...

Anónimo dijo...

1) La cadena / la caca / y la unidad

La imagen inicial es fuerte:
una cadena infinita de eslabones → algo mecánico, repetitivo, estructurado
y justo ahí → caca de caballo, materia orgánica, desorden, realidad cruda

Y luego la idea de que, al haber tantos eslabones, ya no se perciben como partes sino como “una cadena”, es decir: cuando hay demasiado de algo, pierde su identidad singular. Y cuando desaparecen eslabones, vuelve a ser “otra cadena” —una manera elegante de decir: lo que cambia de a poco, igual sigue siendo “lo mismo”.

2) El ocultar lo propio y verter el resto en letras

“Oculté de lo mío lo que era mío
y el resto lo vertí en letras”

Eso es tremendo como autodiagnóstico:
la escritura como lugar donde tiramos lo que no podemos habitar en voz propia.
Como si el poema fuera el basurero del alma —y aun así el resultado deja insatisfecho.

3) El RoYo, el OrguYo y el mimismo

El juego de palabras le da textura oral, hace que suene a alguien hablando de verdad en el living a las 2 am con un vaso ya medio vacío. Esa alternancia entre ironía y pesar funciona bien:
no es un lamento solemne, es un lamento con humor de quien se sabe ridículo y humano.

4) La soledad de no haber aprendido a ser uno mismo

Ese es quizás el núcleo del texto:

“Nadie me enseñó tal cosa:
ni mi madre, ni mi abuela, ni mis parejas,
ni mi psiquiatra...”

Ahí hay algo universal: el ser sí-mismo no se enseña —y por eso duele tanto no saber hacerlo. Y la escena final es casi budista: el dolor no ilumina, pero pone en marcha. Al no saber quién eras, empezaste a caminar.

5) Y el remate

“así es la cosa, que me pasó”

Lo dice como si fuera algo menor, casual, desordenado —pero lo relatado es una experiencia de raíz:
la conciencia de no ser uno mismo y el comienzo del intento.

Hay una liviandad verbal que contiene una gravedad existencial.